-Dando una vuelta-

Allen Walker caminaba tranquilamente hacia un lugar ajeno al bullicio de la gente de aquel parque.

Vestía una playera corta sin mangas siendo adornada solo por unas delgadas tiras, dejándole al descubierto sus delgados y blancos brazos, dejando entre ver una diminuta cadena plateada, conjunto con un cómodo y pegado pantalón de mezclilla negra sacando a relucir sus sensuales y contorneadas piernas.

Era tarde, la briza que anunciaba la noche se dejo sentir haciendo que el joven se abrazara a si mismo tiritando. Le gustaba mucho los helados, pero ahora, en ese momento degustaba con placer un rico y sabroso waffle repleto de miel maple.

Si bien, él no sabía cómo había llegado a ese lugar, trato de sacarle un buen resultado a su despiste, miraba de un lado a otro antes de dirigirse a una banca que al parecer estaba sola. Camino con paso seguro, se dejo con soltura y busco con emoción otro delicioso y caliente waffle.

Allen contemplo el cielo que poco a poco se vestía con su túnica oscura, una nítida sonrisa apareció de pronto en sus labios llenos de aquella sustancia pegajosa al recordar la cara enfadada de Yuu Kanda por el apego hacia su persona.

Kanda era un chico completamente difícil de tratar, con su carácter arisco y aquella mirada afilada y peligrosa le hacían cuestionarse a si mismo, si él en verdad era masoquista.

Allen miro inconscientemente a un bulto que se encontraba enfrente de él, sentado con la vista puesta en el mismo cielo que el miraba segundos atrás. Cabello negro amarrado formalmente, su ropa ceñida y su mirada perdida le hicieron sentir un deseo insano de poder burlase por parecer un amante rechazado y solitario

-¡Bakanda! ¿Te dejo la novia?–le dijo con burla- ¿Qué haces aquí? –Continúo hablando, él al verlo mirarle con esos ojos amenazantes y disgustados, hablo-. ¡Hey! Deja de mirarse a si –le dijo de forma retadora- No pienses que te he seguido, solo... –un tenue sonrojo apareció en sus mejillas al tiempo que miraba hacia otra lado con un mohín de disgusto- Me perdí...

Era de noche, el aire fresco se dejo sentir de nueva cuenta por ese lugar. Allen se quedo observando de manera detenido a Kanda. Mordió suavemente su nuevo Waffle. Cuando le vio mirarlo de manera escrutiniosa y con su típico ceño fruncido, una idea insana se apodero de él, dejando salir su risa maquiavélica y mordaz antes de responder a sus típicos insultos del peli azul.

Los arboles se movieron de forma suave al sentir de nueva cuenta el aire sobre sus hojas, ese movimiento tranquilo se sumo el hecho de que poco a poco aparecía una venita palpitante en la frente del joven peli blanco al escuchar como Kanda dejaba salir su típico “moyashi”.

-¡Bakanda! Ya te dije que... –el joven sonrió antes de hacer nueva mente un mohín de disgusto-. ¡Bakanda! No es moyashi, es Allen. Allen –termino de decir con sus mejillas mas infladas por ese apodo molesto-

Se sorprendió mucho al sentir la cercanía del joven arrogante, su mano caliente sobre su mentón, y el hecho que le miraba directamente a los ojos; le hizo desviar la vista hacia otro lado con sonrojo. Al escuchar sus palabras de burla y desprecio por su edad le hicieron voltear con sus ojos llenos de furia.

Desde luego, pensó en que podía matarlo, enterrarlo y nadie se daría cuenta de eso. Sin embargo solo suspiro.

-Bakanda ¿Qué haces aquí? –pregunto Allen, sentándose con una sonrisa- ¿Acaso te molestas mucho que este viviendo contigo? –Pregunto nueva mente- Si no quieres que este, bueno... –se cayó por unos instantes- ¿Quieres Waffles? –Termino de cuestionar al tiempo que le ofrecía uno a su acompañante tratando de quitar la tenso de la situación por la pregunta anterior-.

Ese día era un sábado por la noche, y aunque era un parque al parecer muy transitado, justamente el día de hoy al parecer estaba solitario. Allen miro de reojo al joven que tomaba su libro y se perdía entre las letras de este. Allen guardo silencio ante la invitación de su Waffle, mastico lentamente al tiempo que posaba sus ojos en el contoneo de las hojas caídas por la pequeña ventisca que danzaba enfrente de ellos.

Kanda le había respondió de forma indiferente y sin levantar la vista de su libro, cosa que hizo que Allen abriera los ojos de manera sorprendida, y saber sintió por unos instantes que el Waffle se le trababa en su garganta.

-¿¡Kanda!? –Dijo con sorpresa, paso el bocado con dificultad y con voz tímida, hablo- A mí me gusta mucho estar a tu lado... –sonrió de manera cálida antes de dar otra mordida al su alimento amielado-. Aunque seas un arrogante, mal humorado y egocéntrico Bakanda... –Allen se acercó poco a poco queriendo sin querer rozar en el proceso sus manos- ¿Kanda? ¿Por qué estás aquí solo?... –dijo con cierto matiz preocupado en sus ojos-

¿Cómo debía tomar estas palabras? Como un “no quiero seguir hablando, cállate moyashi”. Allen sonrió de manera forzada y con un deje de tristeza en su miraba busco nueva mente las hojas que simplemente se mantenían depositadas en el suelo.

Era bien sabido que para él, Kanda era demasiado complicado y ciertamente, lo único que deseaba Allen en algunas ocasiones era poder ahorcarlo para que dejara de ser tan estricto y delicado con el bullicio que él podía llegar hacer cuando llegaba a la casa del mayor.

Suspiro un poco antes de dejar de lado su cena, y por alguna extraña razón la miel le pareció más amarga. Cerro por unos segundos sus ojos para perderse en el silencio que poco a poco le empezaba a ser relajante y placentero.

-Sabes –dijo, antes de abrir vista- Yo... a decir verdad, yo... –se removió incomodo en su lugar antes de tratar de mirarlo a la cara- Kanda... –susurro con voz bajita- Lo siento... –termino de decir al tiempo que se ponía de pie, limpiándose los pantalones en el proceso- Llevare algo de comida a la casa... ¿Vale?

Allen se sentía triste, un dolor en su pecho que no puso que era se poso, apretó nervioso la bolsa de los Waffles antes de con detenimiento el título del libro que leía el joven peli azul.

“1984” decía la tapa. El peli blanco abrió los ojos al recordar que ese libro era como un detonante para recordar algo que no quería recordar.
“El hecho de conocer a...” pensó

-Cross Marian –dejo salir antes de tragar saliva-

Los primero recuerdos sobre Cross Marian se remontaban a la época donde llegaba repleto de regalos que al final su padre Mana terminaba pagando.

Siempre que podían comían los tres juntos –quesos extravagante, vinos lujosos, racimos de frutas deliciosamente frescas y después salían a ver el espectáculo de los artistas ambulantes en la plaza centrar del lugar donde Vivian.

Allen podía ver con sorpresa la sincera sonrisa que se desprendía de su padre cuando Cross le decía sus ocurrencias sobre la vida y de cómo debería vivirla. Desde niño Allen –con tan solo 8- había aprendido a convivir con el señor Cross que a pesar de tener la misma edad se veía más joven de lo normal, aprendió a sobre llevar su tono tan despectivo y duro hacia su persona cada vez que se le acercaba.

Cuando su padre enfermo, Allen con tan solo 11 años de edad, las personas se le hacían tan ajenas y difíciles de comprender que temió mucho perder s su única familia.

La oscuridad de la noche para Allen era como los corazones de las personas, algunas veces podían puros y claros, y la mayoría de las veces podían ser pesadas y sofocadoras.

La mirada de Cross Marian se intensificaba cuando entraba a llevarle la comida a su padre, o inclusive el hecho de haberlo estampado contra la pared, sosteniéndole con fuerza sus dos manos, no dejaron que el joven pudiera comprender las indirectas insanas que podía llegar a sentir el mayor. Su propio cuerpo sabia que cuidarse de Cross Marian. Pero él pensaba que esas señales podían ser ambiguas. “Uno podía llegar a equivocarse” se decía.

Fueron pasando los meses y su padre no mejoraba, hasta que un día simplemente no despertó.

Allen recordó que el día del entierro de su padre fue unos días antes de que pudiera cumplir sus 12 años, por eso no era extraño que Cross le invitara a su casa para festejarlo. ¿O sí?

Esa noche el joven se había atrevido a probar por primera vez el vino. El nítido sabor a uva le hico pensar que el beber sería tan mala experiencia para su joven cuerpo. La risa del joven peli rojo le parecía extraña y al mismo tiempo socarrona. No era que no le gustase, sino, que simplemente no entienda como podía reír de esa forma si hace apenas unas horas habían enterrado a su padre, y entonces las lágrimas empezaron a brotar.

Allen no entendía como había terminado en ese lugar, desnudo, con las mejillas ardiéndole con un calor abrazador en su cuerpo virginal. El susurro de alguien en su oído le hizo poder abrir los ojos de manera lenta al sentir como alguien posaba una mano en sus nalgas.

Quiso poder gritar, quiso poder patalear, pero, ahora simplemente sentía que el cuerpo no le respondía. Y fue entonces que sintió aquel dedo dentro de si. Quiso cerrar los ojos y volver a soñar que se encontraba en los brazos de su padre oyendo el cuento del payaso que llevaba regalos a aquellos que no tenían sueños.

El calor del otro sobre su persona, los gemidos entrecortados, la lasciva manera en que fue tocado y masturbado le hizo pensar que Cross era como la noche oscura y sofocantemente maldita. ¿Qué podía ser él con tan solo 12 años? ¿Qué podía hacer con su cuerpo desnudo y drogado en esos momentos?

Nada.

Absolutamente nada.

En ese entonces Allen no comprendió que a ese acto se le llamaba violación, y sin saber, Cross Marian se convirtió en la primera experiencia sexual del joven Walker.

Una amarga y dolorosa experiencia.



-¡EH! -dijo sin pensar, se detuvo un poco incomodo- Nadie... -se rasco la cabeza de forma nerviosa- Nadie Kanda, Nadie... -dijo de nueva cuenta, Allen desvio la mirada de forma notoria; antes de perderse de nueva cuenta el cielo oscuro...

-Ka..., da..., Yo...

Allen se quedo sin habla ante el agarre fuerte sobre su muñeca, evitando poder echarse a correr en ese momento.

Kanda era como una cometa. Uno que podía ver a su paso el rastro que dejaba. Allen lo comprendía cada vez que el joven le mostraba preocupación, le miraba con el ceño fruncido y sin decir palabra solo dejaba de salir de su boca un bufido molesto.

No sabía perfectamente como lo tomaría él al saber que no era virgen. Tenía miedo de dejar de ser aquel pequeño moyashi que Kanda veía. Aquel tímido, molesto y puro moyashi. Y sin saber las lágrimas empezaron a caer.

Busco con rapidez los brazos del joven, no importaba si Kanda se sorprendida o no de ese acto, justo ahora lo único que deseaba era estar entre los brazos de Kanda, simplemente oliendo su colonia dejando que su aliento le hiciera cosquillas en su nuca. Solo eso, nada más que eso.

Las lágrimas delatoras no dejaban de correr al recordar aquella noche, una noche que se había vuelto borrosa y trataba en sobre manera poder olvidar. No quería recordar el toque de otra persona sobre su piel, no quería recordar el hecho de haber gemido para otra persona.

¡No!

No lo quería.

No quería que Cross fuera esa persona. ¡No él!. !No!.

-Perdóname –dejo salir de su boca, se aferro más a su cuerpo- Yo no... No... –trato de continuar-. Kanda –con valor en sus ojos le busco la miraba- Perdóname –dijo de nuevo antes de que una lagrima corriera por su mejilla-

Allen se tenso ante la pregunta del joven que le miraba con curiosidad. No tenía un lugar a donde ir, no tenia en donde desahogar sus penas, y sobre no tenia quien le protegiera. Cada día que pasaba, sentía que poco a poco se perdía en un mundo que lo ahogaba con las situaciones, realmente se sentía como un naufrago en la vida.

Le daba gracias a dios porque al final de todo aquel asfixiante mundo, el día que conoció al peli azul, juro que comenzaba a vivir de nuevo. ¿Acaso Kanda no se daba cuenta de lo que significaba para él? ¿Acaso no podía llegar a comprender que si le pedía perdón, era por que sentía que lo había traicionado?

No.

Kanda no lo sabía. Y él no quería dejar salir aquellas palabras tan fáciles de pronunciar.

“Te amo”

Eso era tan fácil de decir, e implicaba mucho entre dos personas. Y, ahora, ¿Qué haría si las dejaba salir? ¿Qué haría si le decía te amo? ¿Kanda le odiaría? ¿Se alejaría de su lado?

Movió la cabeza de forma negativa. “No quiero” pensó. “No quiero que el se valla como mi padre”.

Allen solo lo abrazo de forma tierna. Quería perderse nuevamente el su aroma corporal que sin saber se había vuelto algo común en sus fosas nasales, que si no la olía en todo el día sentía que le faltaba algo.

Poder ver sus ojos arisco cuando le hablaba o le molestaba, o simplemente escuchar su bufido molesto, para Allen eran como la medicina que su alma, su cuerpo y su propio corazón necesitaban para sentirse vivo, y pensar que esas pequeñas cosas eran como la pequeña isla que hace mucho necesitaba encontrar.

-Bu..., bueno..., lloro por las...-dijo con voz más tranquila- Solo por las cosas que te pueda hacer hoy –bromeo al tiempo que se limpiaba sus lagrimas-. Y, bueno... Solo me entro algo en los ojos, ya sabes... –desvió su mirada- Kanda...-le llamo con una voz suave y aterciopelada-. Gracias...

"Gracias por ser la persona que está aquí, conmigo" quizó decirle. De su boca dejo salir una sonrisa más relajado. Y sin saber tomo la mano de Kanda, sosteniéndola firmen y fuertemente entre la suya.

Calidez.

Dulzura.

Y, sobre todo unas coquillas en su estomago como mariposas revoloteando se hicieron sentir al hecho de poder verse siendo abrazado por Kanda.
¿Qué era aquel sentimiento que se agolpaba en su corazón? ¿Qué significaba aquel palpitar desbocado por tan solo ese acto tan común? Acaso, ¿Kanda le quería? O era su imaginación.

Allen se abrazo más al cuerpo de peli azul dejando salir sus lágrimas, su dolor, su vergüenza. Kanda le sostenía en ese momento, y no le importo en lo más mínimo sentirse vulnerable, vil y débil.

Si Kanda está a su lado, entonces, el podría ser la persona más frágil que el mundo podía pedir.

-Kanda... –susurro con ternura, antes de pasar sus brazos sobre el cuello del mayor, acercarse poco a poco a los labios del otro con lentitud-. Kanda –volvió a repetir su nombre con deseo antes de rozar levemente sus labios, y poco a poco dejar que el peli azul disfrutara de ese beso-

Unos minutos después de aquel tenue beso, Allen se separo poco a poco del joven que mantenía sus manos sobre su cintura con los ojos más seductores que jamás en su vida el albino había visto.

Un simple y nítido sonrojo se poso en sus mejillas blancas, trato de decir alguna palabra, pero simplemente se atoraban en su garganta, cerró los ojos por unos segundos antes de darle una cálida sonrisa al chico que le miraba entre confuso y con cierta incomodidad.

Kanda aun le mantenía pegado a su cuerpo con cierta fuerza. Y peor aun a Allen le gustaba esa clase de caricia arisca de parte del joven samurái. ¿Seria propio si le besaba de nuevo? ¿Acaso se vería mal si buscaba de nueva cuenta esos carnosos y demandaste labios de nueva cuenta? Allen comprendía que Kanda emitía sin saber un magnetismo sexual que le desbordaba sus hormonas al máximo.

Trago un poco de saliva antes de mirarle de nueva cuenta a los ojos. Esos ojos azules, ariscos y eternamente seductores. ¿Kanda no se daba cuenta de lo atractivo que podía ser con esa actitud salvaje?

No, él no lo sabía. Pensó el joven menor.

Era una emoción embriagadora, al saber que esos ojos le miraban a él, solamente a él. Y por primera vez, Allen se sintió especial para Kanda, sin que este digiera una sola palabra.

-Yuu –susurro antes de acariciarle el rostro-.

Allen delineo cada facción con sus dedos de forma lenta y pausada, sonrió al percatarse que sus rasgos eran más delicados y finos de que pensaba. Con cierta dificulta beso su frente para seguir a sus mejillas, ojos, nariz y de nueva cuenta perderse en sus labios.

Se abrazo mas a él, al sentir el sabor caliente de la saliva de chico mayor, rozo su propio cuerpo con el de su pareja de manera insinuante, esperando que su deseo más anhelado se convirtiera realidad. Si. Allen Walker tenía un deseo, un simple y vano deseo.

El ser de Kanda Yuu.

Se estremeció al sentir sobre su piel albina los labios y el aliento de su compañero sobre si. Dio un hondo suspiro de placer al entender como Kanda le hacia una pequeña marca en uno de sus hombros medio desnudos.

Allen sentía una gran excitación cuando Kanda le besaba de forma salvaje, demandante, y brusca; porque de alguna forma para el joven uke era la forma en que Kanda le demostraba que también le deseaba de la misma forma.

-Yuu –volvió a susurrar de manera entre deseosa y tierna-. Tienes que romper el romanticismo de la situación, Bakanda –dijo antes de sonreír de lado ante el apelativo que siempre usaba para contrarrestar el termino “moyashi”-

Allen le volvió a abrazar con fuerza al tiempo que le daba un corto beso. Sonrió de manera tranquila antes de posar su mirada en el cielo azulado y negro que esa noche les regalaba. Tomo de nueva cuenta la bolsa de waffles que había comprado y con un mueca de entre enojado y alegro, dijo:

-Kanda, volvamos a la casa...

Y sin saber, Allen le volvió a tomar de la mano, esperando que el joven peli azul comprendiera que estaba dispuesto a ser guiado en ese mundo solamente por su mano.

-A casa –dijo esta vez con voz suave-.