Ajuste de cuentas.

Marian Cross

No había oido lo ultimo que le dijo Gin antes de salir de su cuarto. Seguramente le estaría reprochando algo, como si lo conocira de toda la vida. Llego al despacho del director encontrandose con Gustav en la puerta. Ambos se miraron con odio.

-Gustav.
-Marian.

Gustav media casi dos metros y medio de altura era un armario en toda regla. Se aparto de la puerta dejandole sitio a Marian para que pasase. Cuando entró le vio alli estaba uno de los malditos bastardos que había convertido su vida en un infierno.

-Hacía mucho que no nos veimas ¿eh Marian?-preguntó el nuevo director. Un hombre bajito, de cabellos blancos y apariencia bondadosa. Pura fachada.

-No tienes ningun derecho a llamarme por mi primer nombre-le escupio Marian a aquel tio.

-¿De verdad?-preguntó mostrando una sonrisa que no daba a presagiar nada bueno.

-¿Para que me has llamado?-pregunto Cross echando furia por los ojos

-Vamos Marian no pongas esa cara, te saldran arrugas-dijo burlonamente a lo qeu Cross le respondió con una mirada asesina.

-Esta bien Cross, no he podido evitar recordar lo bien que tu y yo nos lo pasabamos en el pasado-cuando dijo aquello Cross le miro con asco-y pense que quizas quisieras vengarte de ello. No te lo tomes a mal Cross pero se lo que le hiciste a los italianos y no tengo ninguna ganas de acabar como ellos. ¿Detripamientos Cross? Nunca te hubiese imaginado tan barbaro.

-Ve al grano-siseo Cross.

-Esta bien-dijo en un suspiro-¡Gustav traelo!

Al cabo de un minuto apareció Gustav con un niño pelirrojo al lado temblando como una magdalena. Cross abrió los ojos a más no poder.

-¿Te suena verdad? Es el hijo de Luccio, pobrecillo se ha quedado sin madre y sin padre-dijo aquel hombre mostrando falsamente tristeza.

-¿Que quieres?-pregunto Cross. Ahora si que la habia cagado, estaba atado de pies y manos.

-Nada en especial, solo quiero que trabajes para mi. A no ser que quieras que a tu sobrino le pase lo mismo que te paso a ti-dijo como si lo lamentara. Cross le echo una mirada tan gelida que hubiese sido capaz de congelar el mismisimo infierno de estar alli.

-¿Hacemos el trato?-pregunto tendiendole la mano-su vida y su salud mental a cambio de tu libertad.

Cross no pudo hacer otra cosa que estrechar su mano aunque se muriese de asco al tocarle. Aun recordaba la ultima conversación con su hermano. Le prometió que si algun dia le pasaba algo el se haría cargo del pequeño y ahora esa promesa estaba siendo utilizada en su contra. Maldijo su suerte por aquello.

-Bien Marian, asi me gusta como en los viejos tiempos. Que seas obediente. Ya puedes retirarte-dijo con un leve ademan en la mano para que se fuese.-Ah y mandale saludos a la Black Order de mi parte, diles que siempre es un placer hacer negocios con ellos.

Cross salio del despacho del director palido como la cera. Aquello se le había salido completamente de las manos pero ver a su sobrino alli, temblando había sido como verse a si mismo en el pasado...